Literatura infantil y juvenil

Brígida M. Pastor - UNED

Cuando nos acercamos a la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) española en los siglos XX y XXI, es necesario retroceder a la última parte del siglo XIX para comprender los cimientos de esta gran literatura. En el año 1876 Saturnino Calleja funda la editorial Calleja en Madrid, con una duración de 82 años, con su cierre en 1958.​​ La editorial Calleja evoluciona con un gran protagonismo en la historia de la LIJ española y así comienza una prolífica cosecha de cuentos en Madrid, con la misión de hacer asequibles los cuentos y libros escolares para todos los niños. Los cuentos eran muy baratos, no superaban los diez o quince céntimos y eran en gran parte, cuentos populares. Sus colecciones difundieron los cuentos de Grimm, Andersen, Perrault, Parravicini, entre tantos otros.

Se dan a conocer una serie de versiones de escritores españoles, como Salvador Bartolozzi Rubio y Sánchez Tena. Los cuentos de Calleja eran libritos divertidos, con cuidadas ilustraciones, y eran tan diminutos, que los niños los guardaban “en cajitas de metal rojo con dibujos, que se fabricaban exprofeso”, como señala la gran conocedora de la literatura infantil Carmen Bravo-Villasante. Del éxito obtenido por la editorial surgió la frase popular: “Tiene más cuento que Calleja” (Bravo-Villasante). Aunque no se historió la historia de la editorial, al parecer hubo reconocidos escritores que, en anónimo, trabajaron en Calleja, entre los que cabe mencionar a Juan Ramón Jiménez.


Colección de cuentos como muestra de literatura infantil y juvenil

Cuando hablamos de literatura infantil en España, tenemos que tener presente la evolución de los diferentes procesos que han atravesado las cuatro lenguas existentes en nuestro país. El castellano y el catalán revelan una trayectoria histórica continuada desde la Edad Media hasta nuestros días. Por otra parte, el gallego y el euskera han experimentado trayectorias menos estables, con la introducción de la norma escrita en castellano a finales del siglo XX. Cada una de estas literaturas han estado definidas por sus propias características.

En el desarrollo de una literatura infantil española de calidad, el factor más impactante fue la creación de la Institución Libre de Enseñanza, una entidad creada en Madrid en 1876 y que tuvo una fuerte influencia en la modernización de las ideas educativas en el paso del siglo XIX al XX—una apuesta por una literatura que contribuyera a la educación integral de los niños con exigencias estéticas.

Durante los años 30 del siglo XX, con el supuesto progreso social que promueve la República española, se consolida el impulso de la literatura infantil con escritores claves de la Generación del 27, como Federico García Lorca y Rafael Alberti, que abogaron por la experimentación formal y la esencia folclórica, representando un sólido soporte literario para la producción de obras infantiles. A su vez, la literatura destinada para los más pequeños comenzó a recibir apoyo institucional a través de la creación de premios, ferias del libro infantil, creación de bibliotecas escolares y bibliotecas móviles. Todos estos avances ofrecieron un nuevo contexto a la lectura de los niños españoles.

La vitalidad literaria se proyecta a través de la aparición de escritores de literatura infantil como Savador Bartolozzi Rubio, Manuel Abril, Antoniorrobles, María Teresa León, Elena Fortún, entre otros. Una escritora clave de la época fue Elena Fortún con Celia, un heroína clásica de los años 30, o Bartolozzi, con su exitosa serie de pinochos, precisamente editada por la editorial Calleja en 1927; y sin dejar en un segundo plano, las inolvidables enseñanzas pedagógicas de la literatura de Antoniorrobles en el desarrollo emocional del niño, con obras como Cuentos de las cosas de NavidadMis Diez Compañeros. Esta nueva nómina de autores modernizó la literatura infantil en lengua castellana con nuevos enfoques temáticos y formales.


Muestra de un texto de literatura infantil

Tras finalizar la guerra civil española, en la década de los años cuarenta, comienza una etapa de aislamiento, con escasez de escritores, temas y producción de libros infantiles. Surge una literatura sobre la vida de santos, y empiezan a tratarse temas que fomentaran la religión y la fidelidad a la patria. Gran parte de los escritores más notables estaban exiliados y empezaron las restricciones para publicar en una lengua que no fuera la castellana. Todo ello sin obviar el impacto adverso de la censura española, que no desaparecería hasta 1977, con la restauración de la democracia. Este fue el punto de partida para la prescripción literaria en la producción de obras infantiles “rigurosamente edificantes y pedagógicas” (Cendán Pazos).

La llegada de los años 50 representa una apertura de España y su liberación económica y política en el régimen franquista. Empiezan a surgir iniciativas de fomento y difusión del libro infantil, con una labor destacable por parte de las editoriales, y la creación de los Premios Lazarillo de creación e ilustración en lengua castellana, convocados por primera vez en 1958 por el Instituto Nacional del Libro Español (INLE) y que culminaría con su momento más álgido en los años sesenta. Por otra parte, son varias las obras que se popularizan como Antoñita la fantástica de Borita Casas, Mari Pepa de Emilia Cotarelo, La princesita que tenía los dedos mágicos de María Luisa Gefaell, entre otras. Se trata de narrativas infantiles, caracterizadas por su contenido humorístico y su naturalidad, con temas cotidianos, con cuyos protagonistas conecta el niño lector. 

Durante las décadas de los sesenta y los setenta se produce un renacimiento de la literatura infantil, que conlleva una continuada modernización de la literatura escrita en castellano, en la que destacan escritores galardonados como Gloria Fuertes, Carmen Kurtz, Rafael Morales o Ana María Matute.


Muestra de un texto de literatura juvenil

Con el restablecimiento de la democracia, tras la muerte de Franco, se inicia una etapa prolífica de nuevas obras narrativas, teatrales y poéticas tanto en lengua castellana como catalana, gallega y vasca. Comienza, a la par, una política de traducción de clásicos; se empiezan a introducir los libros infantiles en los espacios escolares; se crean premios y se fundan editoriales que en los años noventa dieron cabida a un destacado número de autores e ilustradores.

Con la democracia reestablecida en 1977 se consolida el mercado editorial y comienza una literatura que camina a la par de las tendencias internacionales, alejándose paulatinamente del moralismo didáctico de la tradición.  Es el nacimiento de narraciones de corte psicológico y la emergencia de modelos literarios de género fantástico, con escritores como Joles Sennell, Joan Manuel Gisbert, Bernardo Atxaga, Mariasun Landa, Carmen Martín Gaite, por mencionar algunos. Esta nueva literatura se proyectaba con una activa política de traducciones y con un intento de recuperación de la tradición folclórica de las cuatro lenguas de España. Al mismo tiempo, con los emergentes nuevos estilos y avances técnicos, se define una etapa de florecimiento para los ilustradores de la democracia como, por ejemplo, Miguel Ángel Pacheco, Carmé Solé Vendrell, Asun Banzola.

 A partir de la década de los años 80 hasta finales de siglo XX, se produce un verdadero “boom” de literatura infantil en España, con la aparición de nuevas editoriales, revistas y premios de LIJ. Entre los muchos escritores reconocidos, están Alfredo Gómez Cerdá, Pilar Mateos, Joan Manuel Gisbert, Montserrat del Amo, etc. Este florecimiento de escritores y obras encuentran un espacio favorable con la igualmente prolífica aparición de editoriales que apuestan por impulsar la literatura infantil (Planeta, Anaya, SM, Edelvives, Espasa-Calpe y tantos otros pequeños sellos editoriales que defienden nuevas temáticas que van surgiendo).

Las evolutivas ideas sociales sobre la infancia y la adolescencia van modelando el desarrollo de la LIJ, con el compromiso de favorecer la educación social de los niños e introducirles a las convenciones literarias, como señala Teresa Colomer. Pero la educación literaria no solo consiste en el aprendizaje literario y en el desarrollo de la competencia lectora, sino que integra también la formación de valores definidores de su realidad social.

De ahí que el género realista va a tener una presencia protagonista en la LIJ, con especial atención a las temáticas sociales, aunque la denuncia crítica en ese sentido no llegará a plasmarse hasta finales de siglo XX y pleno siglo XXI. Será especialmente la literatura juvenil la que monopolice el género realista, con la popularidad de la aventura histórica con escritores como Paco Climent, Teresa Durán, Concha López Narváez, entre otros. Asimismo, la literatura detectivesca de tema social se erige dentro del género con notoria popularidad, con autores como Andreu Martín y Jaume Ribera.

Los cimientos de la literatura infantojuvenil española y su recorrido hasta el presente desembocan en una etapa de muchos cambios en lo referente a las formas literarias, los valores educativos, el vínculo con la ficción audiovisual y digital y el contexto del mercado editorial. Así, la LIJ, en pleno siglo XXI, trata temas hasta hace poco inconcebibles, siendo una literatura portadora de nuestro mundo en todas sus dimensiones: nuestros sentimientos, preocupaciones, miedos, temores, injusticias. 

Entre el amplio espectro de LIJ galardonada para niños y jóvenes, libros como Nunca seremos estrellas del rock (1995) de Jordi Sierra i Fabra, Maíto Panduro (2001) de Gonzalo Moure, El padre de Blancanieves (2007) de Belén Gopegui, El diario violeta de Carlota (2008) de Gemma Lienas, Donde los árboles cantan (2011) de Laura Gallego o Ninfa rota (2019) de Alfredo Gómez Cerdá, dialogan con los niños temas complejos como conflictos entre padres e hijos, la marginación y la intolerancia, la muerte, los problemas sociales y medioambientales, la guerra, la violencia de género, en un lenguaje literario cercano y adecuado a sus capacidades lectoras.

La LIJ ha ido experimentando una evolución sofisticada, ampliando nuevos paradigmas de representación literaria del mundo: entretenimiento, humos, psicología, juego literario, transgresión temática, fantasía...y transmitiendo a través de todos ellos nuevos valores y formas de ser. Como destaca Pedro Cerrillo, un gran estudioso de LIJ:

“No olvidemos que escribir para niños y adolescentes es tan serio como escribir para adultos, porque la LIJ es, sobre todo, literatura con mayoría de edad, por paradójico que pudiera parecer, cuya aportación a la infancia y a la adolescencia es esencial, no solo porque es el primer contacto de la infancia con la creación literaria, sino también porque es un recurso ejemplar para comprender mejor el mundo, así como para el desarrollo de la personalidad y la formación del juicio crítico”.

En definitiva, estas pinceladas sobre la literatura infantil y juvenil española nos abren las puertas al inmenso panorama que representa acercarse a la literatura para niños y jóvenes desde que Calleja pusiera su semilla. El auge de la literatura infantil y juvenil en el presente siglo es incuestionable con una incansable y encomiable misión: potenciar la lectura desde el aula, la biblioteca, las librerías y el hogar y, sobre todo, “instruir deleitando”.

Completa ese conciso recorrido de la Literatura Infantil y Juvenil, unas imágenes de los ya consolidados premios de literatura infantil y juvenil que han servido para promover y fomentar la creatividad literaria y la lectura para niños y jóvenes.

Premios de literatura infantil y juvenil

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Listado de los 25 mejores títulos de la BBCDiagrama

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BBC Culture dio a conocer en mayo de 2023 el resultado de una encuesta realizada entre 177 expertos en libros de 56 países para encontrar los 100 mejores libros infantiles de la historia y compartir “el placer de leer a una edad temprana, dentro y fuera de la escuela”.

Familiarizado con la elaboración de este tipo de listas culturales, el medio británico resaltaba que este trabajo había nacido de la necesidad de “centrar nuestra atención en una forma de arte tan profundamente arraigada en todas nuestras vidas: los libros. Y no hay variedad de libros más integrados que los pertenecientes a la literatura infantil”. 

Como expertos de nuestro país, han participado en este cuestionario Amaia Hennebutte, autora y de la sección vasca del IBBY; Joan Portell, pedagogo, autor y codirector de Faristol, así como el escritor Rafael Salmerón.

Hoy destacamos los primeros 25 libros de esa lista con presencia en librerías y os invitamos a explorar la lista completa en la web de Julián Marquina (julianmarquina.es), quien se ha encargado de traducirla, pero, sobre todo, os animamos a cuidar y a mimar las lecturas de vuestros pequeños

Grandes libros infantiles de todos los tiempos

Donde viven los monstruos, Maurice Sendak (1963)

Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll (1865)

Pippi Calzaslargas, Astrid Lindgren (1945)

El principito, Antoine de Saint-Exupéry (1943)

El hobbit, JRR Tolkien (1937)

El león, la bruja y el armario, CS Lewis (1950)

Winnie the Pooh, AA Milne (1926)

La telaraña de Charlotte, White y Williams (1952)

Matilda, Roald Dahl y Quentin Blake (1988)

Ana, la de Tejas Verdes, Lucy Maud Montgomery (1908)

Cuentos de hadas, Hans Christian Andersen (1827)

Harry Potter y la piedra filosofal, JK Rowling (1997)

La pequeña oruga glotona, Eric Carlé (1969)

Emigrantes, Shaun Tan (2006)

Mujercitas, Louisa May Alcott (1868)

Charlie y la fábrica de chocolate, Roald Dahl (1964)

Heidi, Johanna Spyri (1880)

Buenas noches, Luna, Margaret Wise Brown y Clement Hurd (1947)

Las aventuras de Pinocho, Carlo Collodi (1883) 

Un mago de Terramar, Úrsula K Le Guin (1968)

La familia Mumin en invierno, Tove Jansson (1957)

Yo quiero mi sombrero, Jon Klassen (2011)

El jardín secreto, Frances Hodgson Burnett (1911)

El pato, la muerte y el tulipán, Wolf Erlbruch (2007)

Los hermanos Corazón de León, Astrid Lindgren (1973)

Enlaces de interés

Premios de literatura infantil y juvenil

Premio A de literatura infantil organizado por el grupo ELLI y la ACE (Asociación Colegial de Escritores) y Mención ELLI de poesía:
 

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