Materiales didácticos para la enseñanza de la lectura

Gabriela Ossenbach Sauter, Alberto Izquierdo Montero y Kira Mahamud Angulo - UNED

La lectura, unida a la formación religiosa, fue la disciplina escolar por excelencia en las escuelas elementales durante los siglos XVI al XVIII. La escritura, que formó parte también del currículum escolar, se aprendía de forma independiente de la lectura, y no todos los niños que aprendían a leer aprendían también a escribir. Las cartillas, que contenían las letras del alfabeto y los primeros rudimentos para aprender a leer, y los catones, libros compuestos de frases y textos cortos para ejercitarse en la lectura, fueron los dos textos más utilizados para la iniciación a la lectura en aquella época, que se llevaba a cabo a través sobre todo del “deletreo” y excepcionalmente del “silabeo”. No en vano aquellas primeras escuelas se denominaron “de primeras letras”. A su vez, los textos para la enseñanza de la lectura se aprovecharon para iniciar a los niños en la religión y en las buenas maneras.

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Fig. 1. Cartilla o silabario para uso de las escuelas de primeras letras.  Cádiz : Imprenta de la Revista Médica, 1858

A finales del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX se inició un importante movimiento para encontrar formas más apropiadas para la enseñanza de la lectura, cuyas aportaciones fundamentales fueron los métodos para la enseñanza conjunta de la lectura y de la escritura, y la elaboración de nuevos libros para la escuela con un método predominantemente silábico (silabarios) (Fig.1). Este proceso de renovación de los métodos pudo acelerarse a partir de la constitución del sistema nacional de educación que se inició en 1812 con las Cortes de Cádiz y culminó con la Ley de Instrucción Pública (Ley Moyano) de 1857. Las nuevas disposiciones legislativas que se propusieron en ese periodo para generalizar una educación elemental y pública, previeron como contenidos para la instrucción primaria la lectura, la escritura, las reglas elementales de la aritmética, el catecismo religioso, así como las normas de buena conducta y los derechos y obligaciones civiles.

Los métodos utilizados para la iniciación a la lectura a lo largo del siglo XIX se reducían, en lo esencial, al sintético (de la letra a la sílaba, a la palabra y a la frase), al analítico, descendiendo del párrafo a la palabra y a la letra como elemento más simple, o al método mixto, que empleaba combinadamente el análisis y la síntesis. Además del uso de los silabarios, era frecuente utilizar letras móviles o carteles colgados en las paredes del aula con palabras divididas en sílabas, pues los libros eran caros y en muchos casos no era posible que cada alumno dispusiera del suyo propio (Fig.2). Igualmente, gracias a las innovaciones técnicas que se fueron introduciendo en el ámbito de la edición, los manuales empezaron a introducir imágenes que favorecían la asociación verboicónica y la aplicación a la lectura del principio de la intuición infantil (Fig.3).

Texto

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              Fig. 2. Cartel con ejercicios de lectura. Pujals de la Bastida, Vicente. Cartilla progresiva para enseñar a leer con la mayor facilidad y prontitud sin necesidad de catón. Madrid: Imprenta de José C. de la Peña, 1856 

Imagen que contiene texto, alfombra

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Fig. 3. Ejemplo de asociación verboicónica. Jiménez Aroca, Mateo. El instructor: método de lectura conforme con la inteligencia de los niños. Primera parte. Catón de los niños. Madrid: Saturnino Calleja, 1887

A principios del siglo XX los nuevos avances de la psicopedagogía y el movimiento de la Escuela Nueva o Escuela Activa aportaron importantes contribuciones a la metodología para enseñar a leer. Las innovaciones más relevantes que este nuevo movimiento introdujo fueron, por una parte, la enseñanza de la lectura a través de la escritura (Fig. 4) y, por otra parte, los métodos globales o ideovisuales (Fig.5), derivados de las teorías psicológicas sobre el sincretismo y la percepción globalizada infantil desarrolladas por Ovide Decroly y Édouard Claparède, que asociaban la idea a la palabra o a la frase. Como indicaba en su portada un manual para la enseñanza de la lectura del primer tercio del siglo XX, “el niño es pasivo para entender la esencia de la silabización; escribiendo frases es activo, y por eso el medio de aprender a leer es escribiendo”.

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Fig. 4. Métodos de enseñanza de la lectura a través de la escritura. Sanz Trallero, José María. Alfa:  método de enseñanza de la lectura por la escritura. Primera Parte. Valencia: 1931?

 Rodríguez Álvarez, Ángel. Rayas: método de enseñanza de la lectura por la escritura. Primera parte. Plasencia: Sánchez Rodrigo, 1962

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Fig. 5. Ejemplo del método global o ideovisual. Verdier, Rafael y Argueta, V. Ya leo: la lectura y la escritura por el método ideovisual. Málaga: Talleres Gráficos "La Española", 1935

No obstante, puede decirse que la iniciación a la lectura ha seguido aferrada prácticamente hasta nuestros días a los patrones clásicos (métodos analíticos, sintéticos o mixtos), afianzándose, eso sí, la enseñanza conjunta de la lectura y la escritura. El debate en torno a la enseñanza de la lectura y la escritura se centra hoy en día, además de en la cuestión del método, en la idoneidad de iniciar la lectoescritura en la educación infantil o en la primaria.

Además de los textos de iniciación a la lectura, otro conjunto muy importante de materiales escolares para la práctica de esta actividad  han sido los llamados libros de lectura “extensiva”. Una vez que los alumnos habían conseguido leer “de corrido”, pasaban a la lectura comprensiva, actividad que ocupó durante mucho tiempo un lugar central en la práctica didáctica de la escuela primaria. La lectura se llevaba a cabo no solo como actividad individual y silenciosa, sino que en el aula se practicaba la lectura colectiva y en voz alta como método de enseñanza. Más allá de constituir una de las clásicas materias escolares, la lectura fue a lo largo del siglo XIX y buena parte del siglo XX un verdadero eje vertebrador de la cultura escolar, un medio esencial de acceso al saber, hasta que la expansión de la enseñanza graduada por cursos fue sustituyendo poco a poco los libros de lectura por conjuntos de textos de las diversas materias o por las clásicas enciclopedias.

Los libros de lectura extensiva llegaron a constituir un género didáctico de enorme relevancia en el panorama escolar español de los siglos XIX y XX, que destacó por el gran número de obras publicadas en una época de surgimiento y expansión paulatina de una moderna industria editorial, por la especialización de sus autores, a los que se fueron uniendo también importantes autoras, y por la pervivencia de muchos títulos que contaron con numerosísimas ediciones.

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                  Fig. 6. Azpeurrutia, José María. Fabulario infantil: (selección comentada de las mejores fábulas en verso de los mejores fabulistas de habla española de todos los tiempos). Madrid:  Librería y Casa Editorial Hernando, 1942   

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Fig. 7. Libro de lecturas específico para niñas. Pascual De Sanjuán, Pilar. Flora o La educación de una niña. Nueva ed. Barcelona: Imprenta Elzeviriana y Librería Camí, 1943

Aunque estos libros seguían incluyendo muchas lecturas de carácter religioso o moralizante, sus contenidos se fueron secularizando, abriendo sus páginas a los intereses de la nueva burguesía, que mantenía sus preocupaciones religiosas acompañándolas de otras como la higiene, el trabajo, los conocimientos útiles, las enseñanzas sobre la naturaleza o la historia, muchas veces a través de biografías ejemplarizantes para los niños. Entre otras variedades o subgéneros de los libros de lectura, se publicaron antologías de trozos literarios, colecciones de fábulas (Fig.6), o libros dirigidos a las niñas (Fig.7). También se editaron libros propiamente escolares de cuentos infantiles, que incluyeron el cuento como elemento didáctico, o libros con textos manuscritos para habituar a los niños a la lectura de este tipo de escritura (Fig.8). Una mención especial merecen los Quijotes escolares, cuya lectura se hizo obligatoria por una Real Orden de 1912 que dispuso que se incluyera entre las enseñanzas diarias una “dedicada a leer y explicar brevemente trozos de las obras cervantinas más al alcance de los escolares”.

Texto, Carta

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Fig. 8. Ejemplo de libro con texto manuscrito. Baró, Teodoro. El mundo: Repertorio de conocimientos útiles para ejercicios de lectura graduada de impreso y manuscrito. 12ª ed. il. Barcelona: Imprenta Elzeviriana y Librería Camí, 1927

Durante la dictadura franquista los libros de lectura se impregnaron de una fuerte carga ideológica patriótica y religiosa, sobre todo en los años 40 y 50, añadiendo con frecuencia nuevas lecturas a los contenidos de ediciones anteriores de los mismos títulos.

A partir de las décadas de los 60 y 70, ya dentro de la modernización del sistema educativo que llevó a la Ley General de Educación de 1970, el objetivo de la lectura se definió como vía para la comprensión y la fluidez lectora en un proceso gradual y prolongado adaptado a cada uno de los cursos de la recién creada Educación General Básica, y no como tarea exclusiva de los primeros cursos escolares. La antología, como libro auxiliar al de Lengua Española y Literatura, fue la variedad más frecuente de libro de lectura en aquellos años (Fig.9).

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Fig. 9. Antología de lecturas para la Enseñanza General Básica (1970 - 1980). Aguilar, Adalberto. Senda 3: Libro básico de lectura (EGB Ciclo Medio). Madrid: Santillana, 1982

Igualmente, con la Ley de 1970 se abrieron las puertas para usar en el aula libros infantiles y juveniles no estrictamente escolares, cuya edición fue objeto de un gran impulso a partir de los años 80.

Para saber más

Escolano, A. (dir.) (1997). Historia ilustrada del libro escolar en España. Del Antiguo Régimen a la Segunda República. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

Escolano, A. (dir.) (1998). Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la reforma educativa. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

Gabriel, N. de (1990). Leer, escribir y contar. Escolarización popular y sociedad en Galicia (1875-1900). Sada (A Coruña), Ed. do Castro.

Infantes, V.; Lopez, F. y Botrel, J.-F. (dirs.) (2003). Historia de la edición y de la lectura en España, 1472-1914. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

Tiana, A. (2004). “Ediciones infantiles y lectura escolar del Quijote. Una mirada histórica”, Revista de Educación, nº extraordinario dedicado al Quijote y la Educación, 207-220.

Viñao, A. (2002). “El libro escolar”. En J.A. Martínez Martín (dir.). Historia de la edición en España (1836-1936). Madrid: Marcial Pons, 309-336.

Viñao, A. (2015). “El Libro escolar”. En J.A. Martínez Martín (dir.) Historia de la edición en España (1939-1975). Madrid: Marcial Pons, 681-698.

Enlaces de interés (Bibliotecas virtuales de la web del Centro de Investigación MANES)