LA Hora del Cuento en las bibliotecas

Marina Sanfilippo - UNED

La hora del cuento es una actividad de animación a la lectura a través de la narración oral y la lectura en voz alta que se inventó en el norte de Europa y se difundió en España desde los años treinta del siglo pasado, respondiendo a esa revalorización de la oralidad y la cultura popular propia de la década. En palabras de Montserrat del Amo:

“Llamamos Hora del Cuento en una biblioteca infantil al espacio de tiempo que se dedique periódicamente y dentro del mismo edificio destinado a la lectura, a las narraciones orales a cargo del bibliotecario o persona por él designada, ante un auditorio más o menos numeroso y homogéneo, formado por lectores habituales de la biblioteca, o por otros niños que hayan sido especialmente invitados al acto” (1964: ed. el.).

Esta descripción sigue vigente hoy en día y las bibliotecas, e incluso otros centros culturales y educativos, suelen programar encuentros periódicos en los que la cercanía de quien narre sea una persona perteneciente a la comunidad (bibliotecario, docente, etc.) se alterna con la apuesta por la contratación de narradores orales profesionales. En ambos casos, usando solo la narración o apoyándose en libros, álbumes u objetos, incluyendo o no actividades manuales o conversacionales, se trata de transmitir a los receptores (en su mayoría niños y niñas, pero como veremos también personas adultas) el gusto por los cuentos, por la belleza de la palabra y por la literatura dando voz y afectividad a la palabra escrita. De hecho, como recuerda el escritor francés Daniel Pennac, autor de un precioso libro sobre el gusto y la libertad vinculados a la lectura (Como una novela, 1993), el poeta Paul Valery afirmó que el primer contacto con la literatura, y el contacto más cabal, se experimenta cuando, de niños, les pedimos a los adultos que nos cuenten historias.

 

Portada de la reedición de 1991

En España, entre las primeras impulsoras de este formato encontramos a autoras de literatura infantil y bibliotecarias como, en primer lugar, la escritora Elena Fortún que, muy consciente de que esta invención pedagógica representaba una novedad valiosa, contó cuentos en las Bibliotecas Infantiles de Madrid e impartió formación sobre narración de cuentos en sus clases de Biblioteconomía en la Residencia de Señoritas de la capital en los años de la Segunda República para después, ya en el exilio, escribir Pues señor… Como debe contarse el cuento y Cuentos para ser contados, un manual que se reeditó en 1991 sin que hubiera perdido un ápice de interés para las personas que se dedicaban a la hora del cuento.

Por su parte, la bibliotecaria Concepción Carreras, ya en los años cuarenta, creó la costumbre de narrar cuentos en catalán a los niños en la biblioteca de la Santa Creu. La ya recordada Montserrat del Amo, aparte de contar ella misma en las Bibliotecas Populares de Madrid en los años cincuenta, publicó en 1964, a petición del Servicio Nacional de Lectura, un manual titulado La hora del cuento, en el que también daba consejos sobre técnicas de narración, criterios de selección y características de los cuentos según las edades de los niños y niñas. Su labor, junto con la también escritora Montserrat Sartó, se articuló en las bibliotecas madrileñas a partir de la “Comisión Católica Española para la Infancia” vinculada la Biblioteca Nacional.

Un grupo de personas sentadas en una sala

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La narradora Brigitte Arnaudiès en una biblioteca de Madrid, foto de Arofoto (Agustín Rodríguez) 

A partir de los años cincuenta, la UNESCO incluyó la hora del cuento entre las actividades recomendadas en las bibliotecas para fomentar y dinamizar la lectura y actualmente en las bibliotecas públicas de casi todo el territorio nacional existe una programación bastante estable en la que se proponen dos facetas distintas de esta actividad: una estrictamente vinculada a los libros y la animación a la lectura y otra que busca en cambio dar carta de naturaleza a la literatura oral dentro de las bibliotecas y no está dirigida solo a la infancia sino también a personas adultas, para las que se proponen también cada vez más clubes de lectura, físicos o virtuales, como instrumentos para crear y fidelizar lectores (y en la realidad sobre todo lectoras, ya que las mujeres son las principales receptoras de estas iniciativas).

Aparte de las experiencias aisladas que se recuerdan arriba, para la implantación de una programación estable y periódica de la Hora del cuento en las bibliotecas españolas hubo que esperar que, en los años ochenta, la labor de narradores y teóricos pioneros como, por ejemplo, Ana Pelegrín, Federico Martín Nebras, Paco Abril, Vicente Cortés y Estrella Ortiz, vinculados en parte al movimiento de renovación pedagógica y educativa de esos años, empezara a crear momentos de encuentro con el público de las bibliotecas.

En los años noventa, la experiencia adquirió una perspectiva más institucional y sistemática cuando desde las bibliotecas Blanca Calvo, Marina Navarro Álvarez o Teresa Llabata, respectivamente en Guadalajara, Madrid y Valencia, impulsaron iniciativas como el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil, el Maratón de los Cuentos de Guadalajara o el Festival Un Madrid de Cuento, programando además sesiones semanales de narración de cuentos en bibliotecas para público infantil, familiar o adulto. Este ejemplo se difundió rápidamente por toda la geografía española, con experiencia puntuales en las que, aprovechando su potencial afectivo y multicultural, la Hora del cuento estaba enfocada también en las necesidades de personas con discapacidades, inmigrantes o grupos en riesgo de exclusión social.

La narradora Magdalena Labarga contando para público adulto en la biblioteca de Zuera (foto anónima)

Actualmente, la programación de la Hora del cuento está difundida en la mayoría de las bibliotecas españolas, algunas de las cuales (la de Dos Hermanas en Sevilla, por ejemplo) llevan décadas proponiendo incansablemente la hora del cuento semanal o mensualmente. Esta actividad es el instrumento perfecto para que la biblioteca no solo difunda y dinamice la lectura, publicite novedades o fondos poco utilizados, fidelice lectores y fomente el gusto por las buenas historias, sino que también sea un elemento creador de comunidades (como recomienda el manifiesto IFLA/UNESCO sobre bibliotecas públicas de 2022), alrededor de la materialidad del libro o del encanto efímero de una voz que narra.

Para saber más

De Boer, Joan (2017). La hora del cuento en las bibliotecas. Claves para su organización. Barcelona: UOC.

Del Amo, Montserrat (1964). La hora del cuento. Disponible en https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-hora-del-cuento--0/html/00052678-82b2-11df-acc7-002185ce6064.html 

Edwards Valdés, Angélica (2008). Hora del cuento. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

Fortún, Elena (1991). Pues señor… Como debe contarse el cuento y Cuentos para ser contados, ed. de Carmen Bravo-Villasante. Palma de Mallorca: Olañeta.

Llabata Monrabal, Teresa y de Lanuza, Empar (1981). “La hora del cuento: una experiencia en el País Valenciano”. Cuadernos de pedagogía 76, pp. 41-43.

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